El alcohol, los jóvenes, la violencia, la muerte. Nuevamente, se repite el cóctel con los mismos ingredientes, consumidores y discursos encubridores.
La puesta en escena incluye –como siempre– la búsqueda de los “culpables” que se absuelven a sí mismos. Ahora, le tocó al rugby: sus responsables institucionales se conduelen y anuncian “talleres de concientización”. Por supuesto, ninguna sanción o castigo. El boliche, gracias a sus violentos custodios, muestra que todo sucedió en otro lado. Casas donde transcurre la tóxica previa, hoy están silenciosas y cerradas.
Todo presentado como si fuera una dolorosa novedad, ligada a otra conocida novedad: “nadie fue”. En el olvido, caen los jóvenes muertos en las masivas “fiestas” tecno o en otras puertas de otros boliches o en los brutales ataques femicidas con violación incluida o en las manadas unidas por el alcohol donde la animalización de los seres humanos abre puertas a los infiernos.
Cada 20 segundos, muere una persona en el mundo por causa del alcohol y casi la mitad de ellos sonjóvenes menores de 25 años. Es gigantesco el acopio de estudios que muestran el desastre social producido por las bebidas. Pero no es eso lo que sorprende sino la absoluta anestesia colectiva frente a tantos datos publicados que conocemos bien. Basta ver las noticias policiales para encontrar este problema sanitario, el más grave de Argentina.
Al “nadie fue”, se le suma el “es algo natural” y el “no se puede hacer nada”. Una cultura de la resignación en la que no se ofrece alcohol a los jóvenes sino que se ofrecen jóvenes al alcohol.
El diccionario nos enseña que manada es un grupo de animales, en general salvajes, que se agrupan para cubrir una necesidad colectiva. Ingestas masivas de sustancias, violaciones y otras graves formas de violencia social registran hoy el accionar de manadas juveniles, donde no hay ni normas ni quien pueda hacerlas cumplir. Como en el acoso escolar (“bullying”), la destrucción del más débil incluye seres pasivos que miran, filman o aplauden.
Hay algo de brutal espectáculo en todo esto. Un excampeón mundial de boxeo anuncia el próximo fin de ese deporte, desplazado por la violencia rápida del kickboxing donde hay que esperar poco para la destrucción del perdedor al que se lo puede seguir castigando indefenso en el suelo.
Nos preguntamos si hoy los seres humanos consumen para juntarse o se juntan para consumir (no sólo alcohol). Las sustancias parecieran tener vida propia, trasladándose por sus propios medios a las reuniones humanas. Sabemos que es un proceso psicosocial el que hace de las sustancias algo capaz de calmar angustias, ansiedades, canalizar frustraciones y violencias humanas. Mientras sigamos pensando en las sustancias ofertadas y no en los millones que las demandan para sobrellevar sus padecimientos, seguiremos girando alrededor de las botellas. Y el alcoholismo no es una enfermedad de las botellas, sino de seres humanos que dependen de ellas para llenar sus desiertos cotidianos.
Se dirá que vivimos en una sociedad de consumo y es lógico que esto pase. Pero hoy vivimos una sociedad que nos empuja a consumir más allá de nuestras posibilidades. Una sociedad de sobredosis sin capacidad de espera. Todo debe ser ya.
Hemos convertido al alcohol en algo “natural” y “familiar”, negando y volviendo a negar lo evidente, buscando “culpables” que nos alejen de enfrentar esta gravísima y creciente endemia, que implica hasta un proyecto de país. Porque ¿Qué Argentina podemos construir con una población que consume para actuar en manadas?
Millones de compatriotas a diario protagonizan anónimos y “pequeños” actos heroicos: trabajan en condiciones sociales adversas, estudian y crean conocimiento, crian hijos o sostienen familias renovando la esperanza del logro, del esfuerzo y de escenas iluminadas por la dignidad. Allí, están nuestras reales posibilidades de argentinos con autonomía creativa para pensar otro futuro.
(*) El autor Jorge Luis Pellegrini es médico psiquiatra y escritor. Exdirector de Salud Mental en Chubut, exsubsecretario de Salud Pública, Director de Salud Mental y Director del Hospital Escuela de Salud Mental de San Luis. Ganador del premio mundial Geneva 2005 y 2008 por promover los Derechos Humanos en Psiquiatría, otorgado por la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA).
Publicado en TN
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