En esta nueva entrevista tuvimos la oportunidad de dialogar con Claudio Rojas Jara, Psicólogo y Magíster en Drogodependencias. Máster en Prevención y Tratamiento de las Conductas Adictivas.
Claudio es Miembro Profesional y Representante Nacional de Chile para la Sociedad Interamericana de Psicología, autor de diversos artículos científicos y editor de libros, a los cuales dejamos acceso al final de la nota.
DP: Visión de la salud mental y los consumos problemáticos de drogas en Chile en la actualidad.
CRJ: Tanto la salud mental como los usos problemáticos de drogas han tenido una evolución particularmente lenta en cuanto a su comprensión y, por añadidura, en su abordaje. Sí consideramos que en Chile el monto destinado a salud mental es tan solo un escuálido 2 a 3% del presupuesto total de salud vemos que la prioridad no se encuentra en este ámbito, aun cuando presentamos unas tasas de prevalencia de trastornos de salud mental que nos ubican, sin orgullo, en los primeros puestos de Latinoamérica. De este modo, si la salud mental ya se encuentra precarizada en Chile uno de sus fenómenos más identificables y más cargado de sesgos y prejuicios, como es el uso problemático de drogas, no queda exento de esta precariedad. En dicho sentido, Chile también cuenta con no muy alentadoras estadísticas de consumo de drogas, tanto legales como ilegales, que igualmente nos sitúan en posiciones elevadas a nivel regional. Como es la tónica regular en el continente, las apuestas de acción implican una inversión dispar centrada enérgicamente en la oferta pero con cierto descuido sobre la demanda de drogas, es decir, más focalizadas en el objeto/droga que en el sujeto/persona y entregando poco valor al espacio/contexto en el cual estos elementos se conjugan.
DP: Cuál es la estrategia del gobierno en relación con los consumos problemáticos en Chile.
CRJ: Actualmente el Gobierno de Chile a través del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) está implementando el plan nacional “Elige vivir sin drogas” que está basado en el modelo de Islandia que, como es sabido y reconocido por la evidencia, ha alcanzado muy buenos resultados en Europa.
La expectativa se encuentra en la evaluación del impacto de esta iniciativa al corto, mediano y largo plazo para determinar con objetividad sus alcances en la reducción del consumo de drogas, principalmente, en población joven.
En este contexto, resulta interesante que un país con una visión prohibicionista como Chile, independiente del color político del Gobierno de turno, se abra muy poco hacia otras alternativas también europeas como la reducción de daños y la gestión del riesgo cuando las estrategias preventivas fallan.
DP: En relación a tu posición como referente regional ¿cuál es tu perspectiva en relación a las PP en salud mental y consumos problemáticos?
Mi recalcitrante apuesta, tanto en los espacios académicos que me cobijan como en la práctica terapéutica que realizo con la mayor de las pasiones, implica un necesario “repensar” las drogas, a las personas que las usan, y los contextos en lo que esto sucede. A mi modo de ver esto tiene notorias implicancias no solo para el uso de drogas sino también para la salud mental.
Como lo planteaba previamente, existe una suerte de terquedad asociada a pensar que las drogas, como objeto, son el problema y le atribuimos etiquetas y animismo como si habláramos de entidades vivas, con capacidad infecciosa y expansiva. Comparto con Antonio Escohotado la noción de que las drogas son neutras, pero las personas no lo son. De este modo, considero fundamental centrarse en las personas, cual sujeto, y en el “para qué” de los usos de drogas, es decir, la función que éstas alcanzan para quienes las requieren (el “por qué” es sencillo y apunta al principio del placer).
Esto permite entender por qué las drogas aparecen en la vida de las personas no necesariamente como un problema sino como una mala solución, y nos permiten la necesaria apertura hacia la terapéutica. Esta orientación terapéutica implica situar el foco no necesariamente en el objeto/droga (y esa ilusa creencia de que la abstinencia es la única solución) sino en la necesidad de las personas por sus efectos y funciones. Sin embargo, toda relación de la droga con la persona no ocurre sino en un contexto que lo favorece, ya sea por disponibilidad de la droga o por otras condiciones sociales (pobreza, estrés, desigualdad y un lamentable etcétera) que favorecen su emergencia, como también condiciones que afectan la salud mental de la población.
La política pública debiera considerar estos elementos, su caracterización y efectos para el diseño de programas gubernamentales que puedan modificar lo que durante las últimas décadas ha variado de manera muy tangencial. Los fenómenos adictivos evolucionan, las drogas evolucionan, las personas y los contextos del mismo modo, por tanto, las políticas tienen la urgencia de ser, también, sujetas a esta evolución para incrementar su impacto y eficiencia.
Las publicaciones de Claudio Rojas Jara están disponibles para descarga gratuita en https://www.claudiorojasjara.com/libros
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