Un estudio en 500.000 chinos durante diez años, que publicó la revista The Lancet, pone en duda el tradicional consejo de que todos los días hay que tomar medio vaso de vino.
Es como si se hubiera esfumado la alegría de los brindis y solo quedara la resaca. Hace un cuarto de siglo, René Favaloro consagró la idea de que tomar una copa diaria de vino tinto es saludable para el corazón. Y luego la industria de la cerveza también se subió a la movida, promocionando sus bondades en campos como la prevención de la diabetes o el mejoramiento cognitivo.
Pero el sueño se terminó. O quizá no era más que un sueño. Estudios publicados por la revista The Lancet, uno en agosto de 2018 y el otro la semana pasada, cuestionan la idea de que existe un consumo “moderado” de bebidas alcohólicas que puede ser beneficioso para la salud. Y aunque subsisten sus defensores, no queda claro que el vino sea una excepción a la regla.
“En la época de Favaloro existía una investigación que relacionaba ciertas dosis de alcohol con la reducción del riesgo coronario”, dice a la nacion uno de los coautores del estudio en The Lancet de 2018, Pascual Valdez, médico clínico y de terapia intensiva del Hospital Vélez Sarsfield y presidente de la Sociedad Argentina de Medicina.
“Pero la aparición del estudio Interheart en 2004 ya mostró que nueve factores de riesgo modificables (entre ellos, el alcohol) predijeron el 90% de los infartos de miocardio. Por otra parte, aunque el alcohol fuera beneficioso desde el punto de vista coronario, y aclaro que no lo es, el paciente es más que un corazón. Y el alcohol genera daños en diferentes órganos y sistemas que, en el peso total, inclina la balanza para el lado de no consumir”, añade.
Una fortaleza de la investigación china de alcohol y ACV es que en esa población existen variantes enzimáticas hereditarias que determinan que una proporción importante de personas no toleren el consumo etílico, por lo que el análisis molecular de un tercio de los participantes permitió distinguir como “control” a quienes no beben por sus genes de aquellos que eligen no hacerlo. Y aunque se trata de un estudio epidemiológico que muestra asociaciones y no confirma una relación causa-efecto, los autores sospechan que el sentido de la vinculación es inequívoco.
El caso del vino
A Valdez los resultados no lo sorprenden. En 2016, aportó 100 pacientes de su hospital para el estudio Interstroke, que analizó datos de más de 26.000 personas de 32 países y reveló que si se suprimiera la exposición al alcohol de toda la población se podrían reducir 4,6% los casos de ACV isquémico y 9,8% los de ACV hemorrágico (derrame cerebral). “Para que quede claro: el nivel más seguro de bebida es cero”, insiste. Un estudio del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria de 2017 también estimó que el alcohol estaba detrás de casi 1000 muertes anuales en la Argentina por ACV.
Sin embargo, no todos están convencidos de que un mundo sin alcohol sea un mundo mejor. O que todas las bebidas entren en la misma bolsa. Por lo pronto, una limitación del estudio chino es que la proporción de personas que tomaron vino fue mucho menor que la de quienes consumieron cervezas o licores. “Es un trabajo muy valioso, pero para sacar conclusiones habría que esperar otras investigaciones”, señala Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires (INBA), que añade que “queda por discutir si las cantidades muy pequeñas son perjudiciales”.
Muchos expertos siguen reivindicando las bondades del vino en cantidades mesuradas, en especial por su contenido en polifenoles antioxidantes y antiinflamatorios. El diabetólogo ecuatoriano Patricio López-Jaramillo, que este sábado disertó sobre las controversias en nutrición en el XXVI Congreso Argentino de Hipertensión Arterial, celebrado en Mar del Plata, sostiene que estudios internacionales en los que participó sugieren que “una o dos copitas de vino acompañando las comidas tienen un efecto protector (cardiovascular)”. Y diferencia ese hábito del riesgo al que se exponen quienes se emborrachan los fines de semana con, por ejemplo, alcohol de caña de azúcar.
Para Raúl Pastor, cardiólogo que dirige la Unidad Polifenoles, Vino y Salud de la IV Cátedra de Medicina Interna del Hospital de Clínicas, hasta dos copas diarias de vino en el hombre y una en la mujer forman parte de los cinco hábitos de vida saludables, según concluyó una investigación de Harvard de 2018. “Los polifenoles presentes en el vino pueden tener la respuesta de tales beneficios”, asegura el también representante argentino en la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), con sede en París, Francia.
Pastor también pone en duda las conclusiones del estudio en China, porque “no menciona otros aspectos del estilo de vida de las personas” que podrían explicar los desenlaces. El problema de fondo es que dilucidar científicamente la cuestión requeriría asignar al azar, durante un tiempo, dos grupos de voluntarios que se comprometieran a consumir dosis medidas de tragos de forma regular o abstenerse por completo. Y comparar los problemas de salud que aparezcan en una y otra rama. Un esfuerzo heroico.
Mientras tanto, las nuevas evidencias agitan las aguas de la incertidumbre. David Spiegelhalter, profesor de comprensión pública del riesgo de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, dijo a la BBC: “Siempre estuve razonablemente convencido de que el consumo moderado de alcohol era protector de las enfermedades cardiovasculares. Pero ahora tengo mis dudas”.
Por: Matías Loewy | Fuente: La Nación
Dispositivo Pavlovsky | dispositivopavlovsky@gmail.com | (11) 23179158 Consultas por Whatsapp