Las sustancias sintéticas se convirtieron en el negocio narco de crecimiento más rápido en la Argentina. Paquetes desde China y Europa, la potente pastilla con la cara de un presidente y los nuevos ricos de la noche química
En su despacho privado, uno de los funcionarios más fuertes de la seguridad nacional durante el kirchnerismo se reclinó en su silla y se negó a ver el futuro que le chocaba de frente.
-Este tema de las pastillas, ¿le preocupa?
-Nah. Es un tema de boliche, de chetos.
Era octubre de 2013, la visita privada era para hablar sobre la detención de Francisco Ribas Rocher, un español oriundo de Ibiza que había sido encontrado en un pequeño monoambiente sobre un gimnasio en la esquina de Suipacha y Viamonte con 21 mil pastillas listas para comerciar. No las había importado él mismo, ni siquiera tenía un laboratorio narco. Era mucho más sencillo que eso, una simple línea de ensamblaje.
En su departamento, Ribas Rocher tenía una máquina de comprimir pastillas, un aparato nada caro, fácil de conseguir entre los rezagos de la industria farmacológica argentina, un montón de lactosa como excipiente y un polvo muy llamativo: metilona, un substituto barato del éxtasis con efectos primarios similares y efectos secundarios mucho más tóxicos, hipertermia, alucinaciones moderadas, despersonalización. Policías de Drogas Peligrosas de la Federal aseguraban que la metilona había venido por correo desde Asia, disimulada en enciclopedias.
Así, desde la pequeña fábrica sobre el gimnasio, las pastillas salían supuestamente hacia el circuito de discos electrónicas y fiestas privadas de la Ciudad con chicas lindas como dealers. Norberto Oyarbide fue el juez a cargo del operativo. Sobreseyó a Ribas Rocher en un primer momento por el delito de narcotráfico, a pesar de que todo parecía tan obvio. La decisión del ex titular del Juzgado Federal N°5, irónicamente, fue correcta. La metilona era tan nueva que ni siquiera era considerada una droga por la legislación argentina, su nombre no estaba en el decreto de sustancias prohibidas. El futuro global del narcotráfico había mordido a la Argentina en el trasero.
Los cinco muertos de Time Warp, en cierta forma, ya estaban en el horizonte.
La histórica miopía del gobierno argentino con respecto a las drogas sintéticas, acostumbrado a buscar rédito político en fotos de pilas de kilos de cocaína o marihuana,costó caro en vidas y en crisis de salud, en la proliferación silenciosa de un nuevo fenómeno narco al calor de la desinformación sobre las sustancias que vendía. Los cowboys de la nueva frontera sintética en el país encontraron su fortuna en un modelo de negocios sin plantaciones, rutas de transporte, soldados y satélites o sicarios asesinos, lejos del modelo de jefes peruanos como “Ruti” Mariños o “Marcos” Estrada González, señores durante años de villas como la 1-11-14 o el Barrio Ferroviario de la 31 bis, lejos de barones del límite con Bolivia como Delfín Castedo, encontraron drogas baratas de comprar y caras de vender. Investigadores argentinos apuntan a Infobae que el costo de una pastilla al por mayor en países proveedores como Alemania, Holanda y Bélgica es de poco más que un euro, para venderse a 400 pesos o más en cualquier disco o fiesta privada.
Las nuevas drogas generan nuevos ricos. A Martín Asci, un hombre de la zona norte bonaerense, de músculos trabajados y pelo al gel, ya lo habían allanado en 2015, la Federal le encontró 7500 pastillas con forma de fantasma, literalmente a granel en una bolsa de comida para perros en su departamento de la localidad de Florida con una mezcla un poco pobre y caótica de cafeína y fluoxetina. Otras tenían butilona, otra droga sintética de poderes euforizantes similar al éxtasis pero mucho más barata que tampoco estaba en el decreto de sustancias prohibidas.
A Martín lo detuvieron de vuelta cinco años después, en abril del mes pasado. Esta vez la captura fue de la Bonaerense, el área de Drogas Ilícitas de La Matanza. Se había mudado al barrio Las Caletas en Nordelta, a una mansión con pileta alquilada por cerca de 70 mil pesos mensuales, con un yate de más de 13 metros de eslora en la amarra y un BMW M4 en la cochera. En el yate había unos 80 gramos de cocaína. En los allanamientos a la banda a la que se lo vinculó encontraron una roca de cristal de MDMA de un kilo, la sustancia pura del éxtasis. El BMW, con un precio de usado mínimo de cien mil dólares, estaba registrado a nombre de Paula Avanzi, la novia de Asci, detenida como su cómplice en la causa a cargo del fiscal Paul Starc.
Todo esto se traduce en números duros. Según el último relevo de la SEDRONAR, el consumo de éxtasis aumentó un 200% en menores en la última década. En 2018, se secuestraron 56350 pastillas de éxtasis en el país en procedimientos de fuerzas de seguridad de acuerdo a datos de la Subsecretaría de Lucha contra el Narcotráfico a cargo de Martín Verrier, que depende de la secretaría de Seguridad, el 43% venía de Alemania, el principal proveedor al mercado argentino, otro 34% de Bélgica: casi la mitad de las pastillas incautadas el año pasado vinieron en un paquete enviado desde Alemania a una pareja en Mar del Plata, 24600 unidades que aparecieron en una sede del Correo Argentino.
El cambio generacional con respecto a la vieja guardia narco es evidente. Más del 90% de los detenidos en causas por éxtasis son varones y argentinos, de no más de 35 años de edad. Y el cambio de clase, de cara al comentario casual del funcionario kirchnerista que definía al problema como “una cosa de chetos” es evidente también. La metilona volvió a aparecer el mes pasado en una casilla de la villa Zavaleta, en el stock de una banda liderada por dos mujeres peruanas.
Traficar el arcoiris
También se trata de variedad. A mediados de abril, un portero acusado de dealer en Villa Luro cayó con un buffet narco de cristal de MDMA, micropunto de LSD, una vieja escopeta de caño y una mezcla de pastillas sumamente contemporánea: comprimidos con la cara de Donald Trump en colores naranja y amarillo, otros con el logo de Coca Cola en tono blanco. Estas pastillas no son algo nuevo, al menos para los usuarios que acostumbran consumir drogas sintéticas en Argentina, circulan en el país desde fines de 2018.
Tampoco son algo débil. Organizaciones de control de daños en Europa como SaferParty o Ecstasydata se dedican a testearlas y a determinar su carga de droga para advertir a los consumidores. Las Trump naranjas testeadas en Zurich en febrero de 2018 por Ecstasydata revelaron 208 miligramos de MDMA en cada comprimido, una dosis calificada como extremadamente alta. Las Coca Cola rojas o rosadas, también presentes en Argentina a fines del año pasado, tienen más todavía: 214 miligramos. Otras Trump naranja testeadas por la organización británica The Loop en el festival de música Bestival en Inglaterra de 2018 revelaron un pico récord de 250 miligramos.
Las Trump ultra-potentes fueron encontradas en una situación peculiar: la organización había montado un pequeño centro dentro del evento para realizar pruebas químicasa las drogas que llevaban los asistentes, sin intromisión policial. En Argentina son mucho más comunes las requisas policiales a la entrada de fiestas de música electrónica que las reducciones de daños. El Proyecto de Atención a Fiestas, o PAF, que intenta aplicar el control de daños en el circuito desde 2016 con el slogan “un cachetazo al mal viaje”, es una rareza.
Todo esto es parte de una tendencia mundial. Las pastillas de éxtasis vienen más fuertes que antes, con una dosis mucho mayor. Los 50 miligramos de pastillas que circulaban en fiestas electrónicas a comienzos de la década pasada en Argentina hoy se cuadriplican. Funcionarios argentinos tienen una explicación: el precio del safrol, la materia prima con la que se fabrica el MDMA, tuvo una baja en el mercado de Asia, lo que lleva a comprimidos más fuertes y más puros. Un informe del European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction aseguraba ya en 2016 que las pastillas habían saltado de 50 u 80 miligramos a un promedio de 125.
El mercado también es rápido en crear cuños nuevos, nuevos logotipos. 70 nuevos habían aparecido en el país a menos de cuatro meses de Time Warp, entre ellos la pastilla Lego color rosa, con una carga también superior a 200 miligramos.
¿Esta nueva forma de vender éxtasis implica más daño físico? No necesariamente. Los usuarios argentinos cambiaron sus hábitos en los últimos años, pasaron del consumo voraz a partir las pastillas y tomar de a poco. Las Coca Cola, por ejemplo, ya vienen ranuradas por sus fabricantes narco.
Nadie es tan tonto
En octubre de 2016, Eric Gorgemans, un hombre oriundo de Bélgica, cruzó la frontera argentina en La Quiaca en plena madrugada con dos valijas. Los gendarmes de turno fruncieron un poco el ceño y lo requisaron. Tenía cerca de 40 mil pastillas con la forma de un fantasma azul, MDMA de mediana carga. Nadie lo acompañaba, un belga en La Quiaca en medio de la madrugada fría.
Se habló de un posible cómplice, un dominicano. Gorgemans no tenía un amigo alrededor cuando se lo llevaron, pero tenía antecedentes. La policía de su país lo había detenido once años antes por montar un pequeño laboratorio de GHB, un fuerte euforizante líquido, en las afueras de Bruselas.
Hoy, Gorgemans es un cisne negro en la laguna del narcotráfico argentino.
Ya nadie hace grandes envíos. El megapaquete de pastillas del Correo Argentino en Mar del Plata de 2018 ya no ocurre: equivale a regalarse a la policía, perder dinero y sufrir costos. Los traficantes aprendieron y los números de la Subsecretaría de Seguridad lo reflejan. Las unidades de drogas sintéticas incautadas pasaron de 173 mil en 2016, 222 mil en 2017 y cayeron a 68 mil en 2018.
Hay una explicación en un fenómeno reciente que es observado por la PROCUNAR, el área de la Procuración dedicada al narcotráfico a cargo del fiscal federal Diego Iglesias. En lo que va del año, de acuerdo a información judicial a la que accedió Infobae, la Aduana capturó 24 paquetes con drogas sintéticas que llegaban del exterior en puntos como Córdoba, Mendoza, La Rioja, Santiago del Estero, con dos sobres termosellados con 114 gramos de cristal de MDMA que fueron enviados a Santa Teresita. Las encomiendas en sobres sellados de correos privados son la norma.
Las pastillas en todas estas incautaciones fueron apenas 637. En cambio, se encontraron 15 litros de MDMA líquido disimulado en botellas de vino espumante que llegaron por avión en dos envíos distintos, junto a un total de un kilo y medio de cristal.
El subsecretario Verrier apunta: “El mercado se mueve con encomiendas. Hoy la ruta está fracturada en muchos caminos. Sin embargo, se puede ver una repetición en los procesos. A partir de este mes se va a contar con una tecnología de Interpol, un microscopio electrónico que permite identificar si a la pastilla se la fabricó con la misma matriz que a otra, lo que va a permitir determinar su origen. Y controlar el origen también es clave. Logramos en la ONU que Europa comience a controlar dos precursores químicos. En Argentina son jugadores pequeños, pero se están expandiendo. El mercado de drogas sintéticas es el de crecimiento más rápido“.
Las drogas sintéticas también salen de sus respectivos círculos. La “cocaína rosa” o el compuesto euforizante 2CB, que puede costar hasta mil gramos en la noche porteña, solía ser un hábito de colombianos en discotecas. Sin embargo, cada vez más consumidores la encuentran en la noche. A fines de febrero, un hombre colombiano acusado de ser un sicario cayó en Villa Crespo con 38 gramos de polvo, un procedimiento de la Policía de la Ciudad, la primera vez que un traficante era capturado con una cantidad significativa de la sustancia en el país.
Otras drogas directamente se desconocían en el país hasta ser encontradas. En septiembre del año pasado, la anfetamina 2C-E, sintetizada en la década del 60 por Alexander Shulgin y conocida como Aquarust en el mercado de dealers europeos, es un fuerte alucinógeno capaz de crear una percepción aumentada de colores y sonidos, un flash quizás mayor que el del LSD. Se comercia de la misma forma, incorporado en pequeños cartones, sumamente fácil de traficar. Apareció en la casa de un dealer en Pilar, en un lote de tres planchas de 25 troqueles.
El polvo encontrado en la casa de un joven dealer en Rosario que estaba en lista de postulantes para un puesto de ordenanza en fiscalía federal fue igual de desconcertante: 91 gramos de lo que, tras varios testeos en Argentina y Bélgica, resultó ser el alucinógeno 25-NBOMe. El remitente marcado en el paquete era un misterioso laboratorio, Zhejiang Wellchem Chemical Co. Limited. Zhejiang Wellchem, basada en la ciudad china de Quzhou, produce, al menos según lo que declara, polifosfatos, derivados de melamina, productos para plásticos resistentes al fuego, una firma química industrial.
El polvo fue comprado, sospechan los investigadores del caso, en algún punto de la Deep Web.
Cada sustancia que ingresa al país implica una nueva ruta, un nuevo negocio, otro poder narco en juego en el tablero. La ruta de las metanfetaminas, los fumables e inyectables que se ven en Breaking Bad, se centran en el continente americano en México y Argentina, pero por otra parte funcionarios nacionales temen la eventual llegada del fentanilo, uno de los nuevos químicos más adictivos.
El consumo de drogas, por otra parte, es una cuestión cultural, o de introducir una cultura y una oferta, crear una demanda. Nadie hace más de 20 años pensaba en introducir una pequeña piedra color crema en un tubo con lana de acero y fumarla.
Hoy, el paco es una epidemia.